sábado, 17 de mayo de 2014

El juego de la sábana


Tiende la cama. Tiéndela y piénsala mientras lo haces ¿Cómo es que olía anoche después del Bourbon? ¿Cuántas escaleras logró subir sin ayuda? ¿Cuántas veces te preguntó tu nombre?

Nómbrala entre susurros y rugidos, tiéndela sobre la cama. La tuya. La de ella. La del motel y las que inventaron en la sala también; vívela, siempre y cuando las sábanas estén desordenadas sólo al acabar (la).

Acábala en un dos por tres, pero no acabes en 6, recuerda siempre que lo que acaba en 6 es malo como las camas destendidas al empezar. Así que, con tu acento extranjero y pasos de jazz, tiéndela en la cama y con delicadeza búscale (o dale) la vuelta.

Vuelve cuando sientas que se te va y piensa lo hermosa que se ve al natural, quítale los aretes con la lengua (todos los que tenga), dile que no tiene permiso y tiéndela sobre la cama, con las almohadas alrededor para que tenga qué m... para que tenga donde reposarse mientras todo funciona.

Pero si no funciona, si se niega y todo sale mal; entonces es hora de ser muy malo y destender la cama, de tirar (la) las sábanas al suelo y no acabar (la) sino luego de 66 mas, tal vez 3 (recuerda que la medida del tiempo es subjetiva, como todo, mi querido Watson). Usa tu lengua para todo menos para quitarle los zarcillos y dale permiso para morder.

Después de todo, tiéndanse sobre la cama, mañana hay que (des) tender de nuevo las sábanas.




Dedicado a ti, que no puedes tomar café, ni sabes tender la cama.