domingo, 29 de noviembre de 2015

La boca carnosa de la galesa

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Me encontraba frente a un camino que se había hecho con las ruedas de los pocos carros que circulaban por ese bosque, en medio del deseo de un retiro de escritor olvidé lo inútiles que son las llantas de un corsa 2007 y quedé atascado en el lodo. Decidí que debía buscar ayuda y empecé a caminar, mientras pensaba en mi nuevo personaje, sería una mujer de labios rosa, rubia, alta, galesa tal vez…. Unos minutos después, la manecilla de mi brújula giró oscilando entre sur y norte a velocidad de segundero. Le di unos golpecitos en el vidrio sin obtener resultado alguno y tropecé con mis propios pies, rompiendo los cristales de mis lentes.

Me levanté resignado a morir entre los arbustos y  frente a mi apareció una figura de luz que no logré distinguir más que por sus dos metros de altura. Pensé: si de todos modos voy a morir ¿Por qué no acercarme? Di un paso y su luz se extinguió quedando reducida a un punto en el suelo que caminaba asustado como cucaracha. Cuando me escuchó dirigirme hacia ella, se detuvo en seco y empezó a abombarse de nuevo – ven – le dije. Con sus cabellos de luz mística envolvió mi cabeza y a través de estos, susurró: vamos. Mi cuerpo fue absorbido por mi propio cráneo, transportándome por un túnel y sacándome de nuevo desde mi cabeza a un camino más luminoso.Mi mirada se hizo nítida y vi que estaba en una playa rodeado de hermosas brasileras.Sobre las olas surgieron delfines rosa que saltaban tras otros color violeta, contagiando al agua de color. La marea retrocedió hasta dejar el suelo seco sin rastro de haber tenido ni una gota.


Caminé hasta donde estaban antes las olas y de mis pasos brotaron  germinaciones de escarcha verde que respiraban pompas de jabón. Sonó al final del horizonte la trompeta del inicio de Lady sings the blues de Billie Holiday y las tiernas germinaciones jabonosas le siguieron el compás. Una de ellas que parecía estar ya marchita, cortó una de sus ramas y comenzó a cantar: "the blues ain´t nothig but a pain in your heart". Una ramita más joven estiró su tallo hasta mi oreja y dijo: pronto ella va a morir y no quieres ver como se marchitan las luces. Los carnosos labios de aquel tallo articularon un sonido que emulaba el boom de un tambor y con esto creó notas musicales, grandes redondas negras y blancas que rodearon a la germinación marchita jalándola hasta que   por fin la arrancaron del suelo.

Dejaron en el suelo un hoyo de lava que escupió derritiendo mi piel. Entonces, ella tocó mi espalda con sus manos de nube y me atravesó. Cuando salió me di cuenta que las llagas de las quemadas habían desparecido, le pregunté si era una hermosa diosa del cielo, a lo que ella respondió: piensa de nuevo. Entones recordé donde estaba. En el bosque, camino a la cabaña, dentro de mi auto… comiendo hongos.

La ninfa monstruo

PARTE II (Parte I abajo)
Publicado en https://revistaliterariasinapsis.wordpress.com/ediciones/edicion-8-seducidos-por-el-terror/


Un martes, tuve mi cuarta cita formal con Alessandra, al llevarla a su departamento, no subí con ella como de costumbre puesto que tenía que terminar algunas cosas del trabajo para el día siguiente; así que nos despedimos rápidamente, a pesar de sus malas caras y me fui a casa, bajo el diluvio del siglo a pesar de que estábamos a la mitad del mes de Mayo. Al llegar a la entrada, noté que la cerradura estaba ya abierta, entré callado, intentando no hacer ruido al mover la puerta. Chirrió pese a mis intentos. Caminé hacia el interruptor pero las luces no encendieron. Supuse que se había cortado la electricidad, tal vez a causa de algún trueno. Busqué unas velas en la cocina y me hice un sándwich a falta del microondas para calentar la comida que había dejado mi hermana en la nevera en caso de que “extrañara un día la comida de mamá”.

Fui a la sala, cené y encendí mi laptop, rogando que las tres horas de batería que le quedaban me sirviesen para algo. Empecé a llenar formularios, leyendo mis anotaciones románticamente bajo la luz de las velas, cuando una de estas se apagó. Podría jurar haber escuchado un silbido, pero no había habido ningún tipo de brisa que lo pudiese haber causado. Tomé otra de las velas y encendí la que previamente se había apagado. Continué trabajando.

Quince minutos después escuché el timbre, a pesar de no haber electricidad – ha de ser mi imaginación  - pensé, continué trabajando. En ese instante volvió la luz y sonó de nuevo el timbre; me levanté y camine hacia la entrada, miré por el ojo de la puerta y no había nadie. Las luces fallaron fraccionadamente por unos minutos. Volví a mi asiento, enchufé mi laptop que no tenía mucho más de media carga y en ese instante las luces se apagaron por completo abruptamente, causando un corto en el cable de carga, fue entonces cuando escuché un ruido en mi habitación, algo cayendo al suelo, corrí y al abrir la puerta del cuarto allí estaba ella, Aless, desnuda bajo la luz de una luna oculta por nubes tormentosas.

- No puedo creer que me hayas dejado así, sabiendo tú que no puedo saciarme si te vas. – me dijo.
- ¿Qué haces aquí? ¿viniste  bajo toda esta lluvia? ¿estás loca? – corrí a abrazarla porque a pesar de todo, yo también había quedado insatisfecho esa noche y no había dejado de pensar en su cuerpo caliente rozando descontrolado contra el mío. Pero al tocarla estaba helada y mojada. - ¡Dios! Aless, estás empapada, puedes enfermarte.
- Yo sé, fue la lluvia, pero… no podía dejar de pensar en ti. – Dijo mordiendo sus labios.

Bajo su mano por mi abdomen, mojando mi camisa y mis pantalones, me sujetó fuerte allí abajo y me miró a los ojos fijamente, pero irónicamente no con lujuria, parecía molesta. Intenté sujetarla para besarla y me empujó lejos de ella.

- Quiero que juguemos algo, amor. – dijo.
- Pero, cielo, ando con las cosas del trabajo y… - le dije
- Me jaló de la corbata con agresividad y dijo: -  dije que quiero jugar contigo, nunca te he amarrado a la cama ¿cierto? – Me dejé llevar porque no era necesario molestarla esta vez, podía sentir su cuerpo expeliendo feromonas por toda la habitación. Me dejé amarrar con nudos de marinero a la cabecera de hierro de mi alcoba y lamía sus senos mientras se inclinaba para atarme.

Una vez que me tuvo abierto completamente y sin posibilidades de moverme, se aproximó a la cama, desde mis pies y cuando alzó la mirada, sus ojos estaban completamente negros, me turbé y en seguida volvieron a su estado natural, ella no pareció percatarse de nada, así que supuse había sido la falta de luz. Siguió acercándose hasta mí y comienzo a lamer mi sexo de arriba abajo, su lengua se sentía mucho más puntiaguda de lo normal pero divina de todos modos. Entraba y salía de su boca como la chupeta de una niña de seis, al tomar aire me gritaba que le dijera si me estaba gustando y volvía a sumergirse en mí. Levantó su cabeza y se sentó de frente a mí con las piernas abiertas. Fue entonces cuando pude claramente ver sus ojos, eran tan negros como una noche sin estrellas y me dijo:

- ¿Tú crees, Sebastián, que un ser humano que no puede saciarse nunca sexualmente, puede ser realmente humano? – yo estaba en trance, no podía creer lo que estaba viendo. Entonces continuó su monologo. - ¿Crees que soy de este mundo?

Su piel se tornó más oscura y sus uñas crecieron hasta llegar a tener al menos 7 centímetros cada una, sacó su lengua y era, definitivamente puntiaguda como la cola de una serpiente y dentro de su boca parecía haber lava como en el fondo de un volcán a punto de hacer erupción. Se levantó de la cama y chupó sus uñas una por una. Se llevó una hasta la punta entre su barbilla y el cuello y la hundió en su piel, cortándose y siguió bajándola como si esto no le causase ningún dolor, mientras que su piel chorreada litros de sangre quede sus arterias. - ¡Para! – Le grité, pero ella ya no estaba allí. Dejó su piel en el suelo y lo que quedó parecía estar cubierto en algas, con un escamoso y tieso cuerpo bajo estas. Se abalanzó sobre mí. Y con su rostro de monstruo frente al mío, sonrió, mostrando unos dientes más puntiagudos de lo que serían los colmillos de un vampiro, giró su cuello 180 grados sin mover su cuerpo, se inclinó y sentí como un dolor caliente corría por mi entrepierna, luego sentí que eso caliente era líquido, pensé que moriría del dolor, casi desmayaba cuando ella se irguió nuevamente y giro su cabeza de vuelta a su lugar, vi entonces porqué tenía tanto dolor, entre sus dientes puntiagudos y sonrientes yacía, muerto y flácido, mi pene. Se rio con todas sus fuerzas y el estremecimiento de la burla me ayudó a desmayarme al fin y al cabo.

Desperté en mi habitación, con las nubes aún nubladas. Mi alarma decía que era martes. No sentía dolor, así que revisé bajo las sábana, y allí estaba, mi mejor amigo intacto e irónicamente con una gran erección matutina a pesar de haber tenido semejante pesadilla. Pero en fin, supongo que estas son el tipo de cosas con las que puede soñar un hombre cuando su novia es una ninfómana.

Crónica de cómo conocí a mi ninfa

PARTE I
Publicado en https://revistaliterariasinapsis.wordpress.com/ediciones/edicion-7-la-odisea-del-romanticismo/



No, no es lo mismo que te guste el sexo a que seas malditamente adicta. Hiperactivamente hipersexual. Bellísima. Empecé a salir con Alessandra en enero de este año. La conocí por Layla; una amiga del trabajo. Fue en la noche de navidad en la que me reuní con unos compañeros en el patio de mi casa. Llegó mucho después de que estuviésemos todos instalados; pasadas las ocho de la noche. Entró con un suéter carmesí a juego con su labial y unas botas marrones para el frío.

Layla parecía molesta:

–Te presento a mi amiga Alessandra Mussi, Sebastián. Hubiese llegado más temprano, te lo juro, pero cuando llegué al departamento de Ale, bueno… -  dudó – ella aún no estaba lista y tuve que subir a ayudarla con algunas cosas.
- Lo importante es que ya están acá–, dije – espero que disfruten y bienvenidas a mi hogar, dulce hogar. – Les hice un guiño y me alejé, disimulado pero lo suficientemente rápido para bajar a los hijos de mi jefe de la escalera de bastones de navidad que formaba parte de mi decoración.
     
Ella se sentó en el bar, inquieta, no dejaba de mover los pies, pero no separaba su entrepierna por nada. Se mordía los labios  y pasaba las uñas desde su frente hasta la parte de atrás de su cabeza en un gesto ansioso, sensual. Iba al baño con frecuencia y regresaba relajada, supuse que sufría de incontinencia o algo similar. A un cuarto para las doce, varias compañeras llevaron a los niños a dar una vuelta y fue cuando me acerqué a ella.

-  ¿No te agradan mucho los niños? –pareció impresionada por la cercanía pero en seguida se tornó calmada de nuevo. – ¿no te agrada la navidad?
- Digamos que prefiero entornos más íntimos.
- Bueno, los niños no durarán mucho más después de los regalos ¿qué te parece si te quedas con nosotros otro rato y tal vez así nos podamos conocer un poco mejor?
- Ya veremos… Sebastián ¿no?

Tal y como lo había predicho, a las doce y media no quedaban casi personas en la reunión, y a la una, Layla anunció su despedida. Por suerte, Alessandra no se fue. Le serví una copa y pudimos conversar en un ambiente más íntimo.

Honestamente, no estoy seguro de que pasó después. Al vernos solos intuyó mis intenciones y se apropió de ellas: desvistiéndome, jalando los pantalones de mi traje hacia abajo, abriendo mi camisa con los dientes y reventando los botones uno por uno. Le alcé para llevarla al segundo piso pero se rehusó, parecía molesta de tener que prolongarlo más. Me tiró sobre el sofá más cercano y empezó a ahorcarme con una mano, mientras que con la otra bajaba mi ropa interior para descubrirme muy emocionado. Empecé a gemir por inercia y eso pareció ser un punto débil para ella, que clamaba por más con sus labios carmesí y su lengua ansiosa.

Desperté en medio de la cocina, con la cabeza cerca del horno y rodeado de trapos que aparentemente cayeron al suelo por nuestro golpeteo continuo. Me fijé en que mi compañera no tenía más que un par de ojos de frustración clavados en el techo. No pudo haber sido tan malo, pensé, recordé sus ojos volteados repetidas veces y su respiración entrecortada con su cuerpo tenso en medio de un orgasmo mientras la lamía. No fue en absoluto malo ¿cómo podía tener esa cara?

A la mañana siguiente le ofrecí desayuno y transporte, todo lo rechazó y salió disparada a buscar un taxi. Pensé que no la volvería a ver. Pero en enero del 2015; mientras caminaba al parque donde suelo trotar en las mañanas, saliendo de un edificio, la volví a ver con la misma cara de insatisfacción de aquella noche. La llamé pero no me escuchó, caminé tras ella un par de cuadras hasta que dobló en una esquina, al llegar allí me detuve y viré. Bajé por unas escaleras que se dirigían a un establecimiento en el sótano de un edificio. Caminé por lo que parecía ser una clínica, se me acercó una enfermera preguntando si podía ayudarme en algo; le dije que venía recomendado por una amiga, Alessandra Mussi, quien  estaría allí a esa hora. Ella me señaló el camino y entré a una habitación color azul cielo, con quince sillas ordenadas en círculo casi todas ocupadas. En cuanto me vio, pareció asustada, se levantó rápido, me tomó del brazo y me sacó a regañadientes.

- ¿Qué clase de enfermo eres?
- Ninguno, vengo a esta reunión.
- Pues no anunciaron nuevos miembros. Además, tú no eres ningún satiriaco.
- ¿Qué es eso? ¿Hacen cuentos mitológicos aquí?
- No, imbécil, satiriaco, satiriasis, adicción al sexo. No me mires así, no necesito tu perversión o tu lástima, me masturbe ocho veces antes de venir a acá y estoy limpia.
- Yo… no quise insultarte, sólo, te quería saludar… la pase muy bien aquella noche y, espera ¿adicta?
- ¿Realmente adicta? Eso es bastante interesante, no me lo hubiese imaginado, aunque para serte honesto, me siento aliviado, pensé que no la habías pasado bien. – iba a reírme de mi comentario pero no me dio tiempo porque me zampó una cachetada mientras me llamaba imbécil.
     
Se quedó viéndome fijamente, enojada, volvió a jalarme de la camisa y corrimos por un pasillo a la derecha y luego a la izquierda, llegamos a un closet de servicio, me introdujo en él y molesta, muy molesta, se desahogó. Era impresionante cuando se enfadaba, no me dejaba mover; era como tomar éxtasis y que todo lo que está a tu alrededor confabulase para asombrarte.
     
Me enteré al día siguiente, conversando con ella en su habitación, que iba a ser su primera reunión, me culpó por no poder asistir y se molestó. Se siguió molestando conmigo y aprendí a llevarle siempre la contraria, porque verla desnudarse desesperada y acercarse a apretar fuerte lo más duro de mí, sabiendo que no me dolía sino que como a ella, me frustraba y me dejaba sin más remedio que buscar más, no tenía precio.

Mi nombre es Sebastián y mi novia es una ninfómana