domingo, 3 de noviembre de 2013

Lucy


Estaba viendo a lo único que podía, el interior de mis párpados; confundiéndome cada segundo de una forma mas fácil con la vieja del asilo que fastidia a los niños cuando vienen del colegio.

Cuando yo tenía 11 años, le detuvo la reja de la entrada, la cual enmarcaba "Asilo Santa Fe". Le venía escuchando desde una cuadra antes, "alabado sea Dios, arrepiéntase carajito que el diablo le jala las patas a los niños malos en las noches de luna llena.
Ya a mitad de calle, era mucho mas fácil para ella distinguir que su siguiente víctima se acercaba. Las hojas que octubre mata y tira al suelo, anunciaban mi llegada, el maullido del gato negro de la única anciana que se había salvado de ser internada paseaba por casualidad en la misma acera que yo, caminaba en dirección a mi. Pobre gato, pensé, será el primer pendejo acusado de hereje esta mañana. Para mi sorpresa, al segundo maullido la reja se escucho temblar y la vieja inicio una letanía que alguna vez escuche en la iglesia, mas esta era un tanto diferente.

"Ave Maria purísima..." decía tosiendo entre gargajos y gripes mal curadas, "aléjame de todo mal, no deje que siga viendo estos gatos por las noches, ¡ay de mi! Ahora también los escucho caminar por las calles corrompiendo mis actos de predicación en el día"
Volvió a maullar el gato, casi parecía estarle buscando la lengua a la vieja. "Aléjate maldito!" De pronto un tercero se escucho, "Entra Margarita que asustas a los niños". La loca hizo caso, mas no se percató de que la seguía el felino simpático de la anciana María.

Como me criaron diciendo que aquello que yo no buscaba no lo iba a tener, me escabullí por la reja aprovechando que nadie vigila esa hora la puerta y entre en el asilo, pensando que seria la ultima vez. Me siguió a mi también un ambiente pesado, alguien me acechaba sin yo saber por que. Las conversaciones que mantenían los internos iban de retarse los unos a los otros para ver cuál estaba mas loco hasta de contarse que en realidad no tenían nada sino que preferían tener amigos mas interesantes que los vecinos fastidiosos cuerdos de esa ciudad, "Se guardan las ganas de vivir para mas tarde y se conforman con un periódico que les dice lo que el medio quiere que sepan sobre el mundo y nada mas. En cambio acá se encargan de contarme a diario una historia diferente de como Dios creó al mundo."

Entendí entonces que los que no están locos tampoco es que están cuerdos. El gato se llamaba Lucy pero estoy segura de que era niño, tal vez era un sobrenombre o un diminutivo. Lucy me acompañó hasta unos armarios que estaban en la entrada de la gran casa, después de los jardines, al lado de la caseta del policía que dormía como un bebé. Nos escondimos esperando la noche, Lucy me aruñaba de vez en cuando, creí que era su reacción a la oscuridad que hacía allí dentro. Salimos al escuchar la 6ta campanada después de las 6 y recorrimos un rato los pasillos en busca de la señora de la reja, algo me decía que Lucy sabia exactamente donde estaba.

No me detuvieron los susurros en aquel entonces, puesto que pensé que en realidad eran de personas que se hallaban internadas, no estaba enterada de que todos dormían felices al son de los somníferos. Llegamos al final de el tercer pasillo lateral de la casa y la gata o gato subió su mirada hasta mi, ronroneó y se acercó a la puerta, pensé que la golpearía y entonces yo procedería a abrirla. Lucy se limitó a caminar hasta ella y al momento en el que su cabeza tocó la madera, no hubo ruidos ni pausas, continuó caminando a medida que la mitad de su cuerpo desaparecía al otro lado de la habitación. No me asuste, pero empecé a dudar de mis facultades mentales; mas pensé que no había llegado hasta allí parada y un fuerza extraña me susurraba que siguiese; sentí a Lucy en mi hombro aruñando mi cuello delicadamente, de una forma casi maternal . Coloque mi mano en la perilla y la giré. Margarita no estaba acostada en su cama, en cambio algo se movía bajo su sábana dándome la impresión de que me encontraba frente a un mar de oleaje lento pero persistente, sentí paz. Escuch ronroneos casi iguales al de Lucy, fue entonces cuando la encontré de nuevo, negra entre la noche, solo pude distinguir sus ojos blancos abiertos como dos platos y podría jurar que hizo una mueca, sonrió. La puerta del baño de la habitación se movió, mas cuando me dirigía a inspeccionar, Lucy me hablo: "Ana, te ves fuerte y joven, podrías venir con nosotros. Hace mucho que no sabemos lo que consumir vitalidad, por mas creatividad poco explotada que haya acá, nunca estamos satisfechos." Claro que me encantaría pensé, siempre quise una mascota, y aunque Lucy tenía cara mas de querer cuidarme a mi que, que yo le cuidase a ella, esa idea no me molestaba en absoluto. "Solo debes ayudarnos con una cosita mínima, y todo este cuarto puede ser tuyo por el resto de tu vida." Le pregunté en un hilo de voz cual era mi misión, "Cuando Margarita pregunte 《¿quien esta allí?》dile que eres solo tú, una niña de 11 años llena de vida y juventud; luego todo será muy rápido y casi no te acordarás de nada".

Crujió por segunda vez la puerta del, baño mas esta vez le siguió la voz de la loca de la reja, "¡Alejame de todo mal, no dejes que siga viendo estos gatos por las noches! ¡Alejame de todo mal, no dejes que siga viendo estos gatos por las noches!". Grité que nada ocurría allí afuera, mas hoy en día creo que no me escucho ya que volvió a repetir sus letanías. Accidentalmente Lucy tiró de la sábana y uno de sus amigos cayó al suelo, golpeándose fuertemente. Fue en ese momento el que aquello que mi amiga gata había predicho, ocurrió, "¿Quién anda allí? ", es mi entrada, pensé. "Sólo soy yo, una niña de 11 años llena de vida y juventud", dije, cuál robot que repite una oración.

Margarita abrió la puerta del baño, se notaba que planeaba antes defenderse puesto que tenia un paraguas en la mano, mas la posición en el que lo cargaba me demostraba que confiaba en mi. Me alegré, le invitaría a jugar luego. Pero Lucy no me dio tiempo de saludarla, uno de sus amigos encendió las luces y pude ver como entre muchos de ellos arrebataban el paraguas de la mano de la loca de la reja y la amordazaban con unas cuerdas gelatinosas negras que vomitaban. Lucy se encimó entre ellos y se posicionó en el estómago de margarita, le abrió la camisa con las garras y le hizo una cruz en medio de los dos senos y sonrió igual que lo había hecho cuando entré en la habitación unos minutos antes. Lucy hizo un corte profundo a los lados de su sonrisa y vomito una cuerda mas fina que las otras la insertó en una de sus uñas y empezó a coserle la boca a ella, cuando terminó se acercó de nuevo a la cruz y de la misma forma en la que atravesó la puerta, cuando su cabeza se aproximaba más y más a la cruz,no tuvo pausa ni ruidos, entró en el pecho de Margarita y ella no pudo gritar, las cuerdas negras se lo impedían pero pude ver como entre las costuras de sus labios brotaban gotas de sangre a medida que se le cerraban los ojos y se le tornaba púrpura el tronco de su cuerpo.

La sacaron inerte por la ventana y corrí a los jardines para seguirles. Le quitaron los hilos de la boca y le sacaron los dientes, una vez terminada la excavación bucal, la clavaron por los cabellos en la reja del asilo y me levantaron entre todos en una nube de cuerdas de vuelta a la habitación. Lucy hizo dos huecos pequeños en mi cuello y me dijo que después de eso nada me dolería.

Ahora, estoy viendo lo único que puedo ver, el interior de mis párpados, claro, la falta de sangre constante me inutilizó la vista; paso los días confundiéndome cada segundo de una forma más fácil con la vieja del asilo que fastidiaba a los niños cuando venían del colegio.

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