domingo, 8 de diciembre de 2013

Mil y una noches, con final feliz


Iba sobre el humo de las alcantarillas deseando tener un vestido blanco clásico para que se me levantase, y dejase en exhibición mi cuerpo. Pero como solo tengo 15 y no soy puta (no abiertamente), ni mexicana; entonces me guardo las fantasías bajo el suéter blanco con gris de mi novio. No hay luces de neón en este pueblo, pero los borrachos bochornosos abundan en cada esquina; a una comunidad le puede faltar comida pero no licorerias.

Caminaba por el abasto de "Bemba", un negro obeso dueño de la mitad de los negocios; y escuché que me siseaban, "epa, mi amor". Hice caso omiso al loco al que se le ocurrió que yo iba le iba a parar y seguí caminando. Me arremangué y mordí bien los labios para darme fuerzas por si se me volvía a acercar. Doblé en la esquina y pasé la iglesia, "epa, corazón",volteé con mis mangas hasta los codos, molesta, dispuesta a patearle duro por donde piensa; pero no había nadie allí, solo yo. Si quiera un gato o una cucaracha. Se me aceleró el corazón y me di dos cachetadas en seguida. Al emprender mi rumbo nuevamente, sentí un calor punzante en la nuca; "mierda", pensé.

Me desperté en una tina de baño vacía, con mi cuerpo cubierto de aceite y un olor a limón y canela; estaba totalmente conciente, no veía borrosas mis manos, ni mi piel chorreante tenía marcas de nada; todo parecía relativamente normal.

Escuché entonces, algo lejos, una trompeta discreta abriendo paso a una melodía, la siguieron dos o tres tambores, luego una charrasca tímida que timbraba como lo hacían los merengues ochenteros.

Se apagaron las luces del baño y en seguida me enfocaron miles de reflectores multicolor que volaban de un lado a otro, salí de la tina y tanteando las paredes entre aquella colorida oscuridad en busca de una toalla, encontre a mi derecha una tela muy suave. Sonó un trombón a mi izquierda, al tiempo que se apagaban los reflectores y como pude me puse el trapo sobre mi piel aceitada.

Volvió el trombón y a medida que su ritmo se hacia más inteso, la luz volvía muy tenue, casi erótica.

El cuarto estaba ahora lleno de espejos y la bañera había desaparecido. Cayeron del cielo telones rojos y se abrieron, dejando salir de los espejosa una fila de bailarines que se medio tapaban las partes vergonzosas con flores. Me tomaron de las extremidades y me subieron a una tabla que entre cuatro de ellos cargaban, danzando alegres y cantando en lenguas inentedibles.

Me llevaban a una tarima de luces que tenía encima una copa gigante, de oro, en el que uno de los bailarines tejía ropa con flores. Subieron las escaleras y una de las bailarinas alzó las manos al cielo, cesaron la música y la danza, me bajaron de la tabla y ella me quitó el trapo, dejándome nueva y enteramente descubierta. Gracias a que el ambiente estaba cubierto de humo de hogueras y tabaco, no sentí frío; y sin embargo mis pezones se despertaron como si estuviesen a 6 grados; tal vez fue la pena, aunque ellos parecían no solo estar acostumbrando, sino hasta deleitados conmigo.

Me metieron en la copa con aquel semental, a quien al fin tuve el placer de detallar. Su piel se confundía con la superficia de la copa, daba la impresión de estar recién sacado del horno y de haber sido previamente cubierto en caramelo. El cabello rulado, decorado de orquídeas que le caían a los hombros, los muslos, la entrepierna perdida en un tumulto de flores de mostaza. Me sentí aún más acalorada, pero mis pezones no lo sabían.

El hombre de las orquídeas me beso la frente y alzó los brazo al cielo, haciendo que volviese la música. Me desordeno el cabello al tiempo que me lo llenaba de flores, flores que tomaba de su reserva, de su tumulto. Besó mis mejillas, mis hombros y me puso pétalos de violetas en los dedos de las manos y de los pies. Luego me hizo señas de que me sentase en la copa y tomó una cesta, la mostró al público y ellos gritaron de júbilo. De la canasta sacó una gran rosa roja y la fue deshojando, yo le miraba confundida.

Saco miel y me lleno de esta las caderas, los muslos y la entrepierna, me besó los labios y empezó a adherir rosas a las zonas que estaban cubiertas de miel. Fue entonces cuando me percate de que los pétalos se fundían con mi piel, derritiéndose en la calentura que me causaba aquel ataviado Aquiles. Cantaban cada vez mas alto y empece a sentirme aturdida, como si algo me quemase el cuello, observe entonces un camino brillante de iba desde mi vientre donde habían estado los pétalos, hasta mi garganta, me había envenenado por donde las mujeres suelen enamorarse y caer en los brazos de los equivocados. Desee volver a mi vida aburrida y normal, rogue a un Dios y a una virgen que todo fuese un sueño como pasa en las películas, nadie pudo hacer nada por mi, lo ultimo que recuerdo fue sentir ese hermoso calor acompañado de un puje en mi entrepierna, me fui en medio de un orgasmo.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Respira profundo por última vez



"Siempre es lo mismo", pensó. "No hay forma fácil de solucionar nada (¿o sí?). Esta maldita vida no sirve, ¿Que hice yo para ganarme algo que no siento necesitar? ¿Cómo se cambia de humor tan drásticamente? ¿Será que estoy destinada a la desdicha?" Ella es una de esas locas paranoicas que desde que se desarrollan empiezan a buscar en el horóscopo cuando se van a casar, de esas que sospechan que todo el mundo se les va  a morir primero porque están destinadas a sufrir más que los demás.

Vive guindada de una mata, se le enredaba el cabello negro en las ramas de la de mango, la única que queda viva en la casa. Un cuchitril de mil paredes, rancho por su carácter de abandono mas que por el de su carencia de grandeza. Unos muebles polvorientos y desordenados que ordenaban la sala y un pasillo que daba a un patio, unos pasos más al fondo y allí duerme ella. No ha cumplido todavía los 20, pero ya tienen varias marcas en la cara, y otras en las muñecas. Heridas de una guerra que soñaba cada noche; "salen mutantes de altas piramides, armados con lanzas y flechas. Tienen cabeza de perro y cuerpo de hombre, en el antiguo Egipto combaten contra sombras, y aunque ambos se vean amenzantes, los unicos con armas sonlos guerreros, ella es la propia sombra".

Absolutamente todo lo que nos ocurre tiene un sentido, dicen siempre mientras la jamaquean, se grita de un lado a otro un "coño, ¿Por qué no hablas y dices que te pasa?"

Pasan las conversaciones que tenía consigo misma sobre como seria mejor morir. En algo estaba clara, lo mejor era morir de primera, sin ver el sufrimiento de que otros fallezcan ante tus ojos, sin continuar con el martirio de a donde ir y como es mejor vivir, ¿Cómo servir?
Pasan los recuerdos de un pasado detonante inmediato, la pelea, la incompresión, el malentendido de un martirio.
Pasa las horas observando cuchillos, cuerdas, hojillas.
Pasa el sueño riéndose de la noche y se acuesta en el día.
Hay cosas hermosas por las que vale la pena vivir, familia y los buenos momentos que han pasado. Pero como dijo una vez un venezolano, el vértigo no te da miedo a caerte sino ganas de lanzarte.

viernes, 29 de noviembre de 2013

De muchas caras pero de la misma hora


A la hora esa en la que unos se esconden para hacer el amor y otros salen para robar las calles, a esa hora lo está esperando, y vaya que lo espera. A veces para hacer la primera cosa que se hace de noche. Para con él acostarse y no poder dormir. Lo espera para respirar un ratico y ganar algo mientras escuchan música de esa que ponían en los antros  de los 50,  pero los de mala muerte, los de los mataderos del boulevard.
Y cuando llega al fin, se van callados y abren la puerta entre risas de ebriedad.

Otras veces toca la puerta con las mismas ganas y otra cara; y ella, ella a quien solo le importa que llegue, gira la manilla suave para darle las buenas noches. Lo lanza, lo aparta, lo acerca y lo termina.

Los viernes casi siempre llega varias veces y cada vez con distintas exigencias; que le hable al oído, que le cante, que se disfrace. Al de piel más oscura no le gusta que haga mucho ruido, aunque sea difícil; y al de la calva le gusta que le den café, aunque sea la hora que es siempre que ella los espera.
Importa que quieran que ella los espere con constancia para que les voltee el mundo sin dejarlos nunca dormir. Mañana ya vendrán más con las mismas ganas y con otras caras.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Sudor y cuerpos


Aunque paso la mayor parte del día a oscuras, los reflectores me enfocan antes que a nada mas dan las 11 y se llenan las sillas de hombres cuyas billeteras se preparan para revivir el cuerpo con dinero. A veces hay mujeres viendome, dicen que esas son las mejores, las que buscan experimentar, las que se sientan al fondo a pedir tímidos martinis; mientras más jovenes son, mas rápido las veo en el escenario bailando en torno a mí, yo soy su centro, todo pasa a mi alrededor. Los jueves son especiales,entran los que solo quieren disfrutar sin importar si nacieron de femenino o masculino, a veces los tacones rojos se los pone Felix y a veces Felicia.

Soy plateado la mayor parte del tiempo, a veces en año nuevo me rocían de dorado para que combine mejor con los stilettos de "Camen". Soy alto y fuerte, sudado casi siempre, me secan para evitar accidentes.

Carmen sube al escenario y  me dejan de enfocar por fracciones de segundos, su vientre escarchado pronto se pegará a mi; el público no puede vivir sin ello. Luego de dar vueltas en el piso, Carmen se levanta de espaldas a mi, su mano derecha me abraza y se desliza suavente hacia abajo haciéndome cosquillas, sus muslos nerviosos descienden al ritmo de la música en mi parte inferior y sus piernas abiertas decoradas en el medio se flexionan para acariciarme cuando vuelve a ponerse de pie. Se aleja un poco para satisfacer a un cliente y vuelve a mi, se sujeta fuerte con una mano y le van agregando mas bajo a la musica. Me sujeta con la izquierda también, se impulsa y se sostiene ahora apretandome con sus muslos adornados de escarcha y billetes de un dolar. Salta de golpe y cae arrodillada al suelo, se pone de pie y me susurra "no me vayas a soltar", se impulsa nuevamente y se sostiene con su entrepierna brillante y llena de excesos, nos aplauden y vuelven a apagar las luces. Todas pasan por mi y salen cansadas cuando son casi las 5 de la mañana, yo no me siento cansado, no puedo esperar a que vuelvan a dar las 12 para sudar, oler y sujetar a Carmen en su babydoll rojo una noche entera mas.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Lucy


Estaba viendo a lo único que podía, el interior de mis párpados; confundiéndome cada segundo de una forma mas fácil con la vieja del asilo que fastidia a los niños cuando vienen del colegio.

Cuando yo tenía 11 años, le detuvo la reja de la entrada, la cual enmarcaba "Asilo Santa Fe". Le venía escuchando desde una cuadra antes, "alabado sea Dios, arrepiéntase carajito que el diablo le jala las patas a los niños malos en las noches de luna llena.
Ya a mitad de calle, era mucho mas fácil para ella distinguir que su siguiente víctima se acercaba. Las hojas que octubre mata y tira al suelo, anunciaban mi llegada, el maullido del gato negro de la única anciana que se había salvado de ser internada paseaba por casualidad en la misma acera que yo, caminaba en dirección a mi. Pobre gato, pensé, será el primer pendejo acusado de hereje esta mañana. Para mi sorpresa, al segundo maullido la reja se escucho temblar y la vieja inicio una letanía que alguna vez escuche en la iglesia, mas esta era un tanto diferente.

"Ave Maria purísima..." decía tosiendo entre gargajos y gripes mal curadas, "aléjame de todo mal, no deje que siga viendo estos gatos por las noches, ¡ay de mi! Ahora también los escucho caminar por las calles corrompiendo mis actos de predicación en el día"
Volvió a maullar el gato, casi parecía estarle buscando la lengua a la vieja. "Aléjate maldito!" De pronto un tercero se escucho, "Entra Margarita que asustas a los niños". La loca hizo caso, mas no se percató de que la seguía el felino simpático de la anciana María.

Como me criaron diciendo que aquello que yo no buscaba no lo iba a tener, me escabullí por la reja aprovechando que nadie vigila esa hora la puerta y entre en el asilo, pensando que seria la ultima vez. Me siguió a mi también un ambiente pesado, alguien me acechaba sin yo saber por que. Las conversaciones que mantenían los internos iban de retarse los unos a los otros para ver cuál estaba mas loco hasta de contarse que en realidad no tenían nada sino que preferían tener amigos mas interesantes que los vecinos fastidiosos cuerdos de esa ciudad, "Se guardan las ganas de vivir para mas tarde y se conforman con un periódico que les dice lo que el medio quiere que sepan sobre el mundo y nada mas. En cambio acá se encargan de contarme a diario una historia diferente de como Dios creó al mundo."

Entendí entonces que los que no están locos tampoco es que están cuerdos. El gato se llamaba Lucy pero estoy segura de que era niño, tal vez era un sobrenombre o un diminutivo. Lucy me acompañó hasta unos armarios que estaban en la entrada de la gran casa, después de los jardines, al lado de la caseta del policía que dormía como un bebé. Nos escondimos esperando la noche, Lucy me aruñaba de vez en cuando, creí que era su reacción a la oscuridad que hacía allí dentro. Salimos al escuchar la 6ta campanada después de las 6 y recorrimos un rato los pasillos en busca de la señora de la reja, algo me decía que Lucy sabia exactamente donde estaba.

No me detuvieron los susurros en aquel entonces, puesto que pensé que en realidad eran de personas que se hallaban internadas, no estaba enterada de que todos dormían felices al son de los somníferos. Llegamos al final de el tercer pasillo lateral de la casa y la gata o gato subió su mirada hasta mi, ronroneó y se acercó a la puerta, pensé que la golpearía y entonces yo procedería a abrirla. Lucy se limitó a caminar hasta ella y al momento en el que su cabeza tocó la madera, no hubo ruidos ni pausas, continuó caminando a medida que la mitad de su cuerpo desaparecía al otro lado de la habitación. No me asuste, pero empecé a dudar de mis facultades mentales; mas pensé que no había llegado hasta allí parada y un fuerza extraña me susurraba que siguiese; sentí a Lucy en mi hombro aruñando mi cuello delicadamente, de una forma casi maternal . Coloque mi mano en la perilla y la giré. Margarita no estaba acostada en su cama, en cambio algo se movía bajo su sábana dándome la impresión de que me encontraba frente a un mar de oleaje lento pero persistente, sentí paz. Escuch ronroneos casi iguales al de Lucy, fue entonces cuando la encontré de nuevo, negra entre la noche, solo pude distinguir sus ojos blancos abiertos como dos platos y podría jurar que hizo una mueca, sonrió. La puerta del baño de la habitación se movió, mas cuando me dirigía a inspeccionar, Lucy me hablo: "Ana, te ves fuerte y joven, podrías venir con nosotros. Hace mucho que no sabemos lo que consumir vitalidad, por mas creatividad poco explotada que haya acá, nunca estamos satisfechos." Claro que me encantaría pensé, siempre quise una mascota, y aunque Lucy tenía cara mas de querer cuidarme a mi que, que yo le cuidase a ella, esa idea no me molestaba en absoluto. "Solo debes ayudarnos con una cosita mínima, y todo este cuarto puede ser tuyo por el resto de tu vida." Le pregunté en un hilo de voz cual era mi misión, "Cuando Margarita pregunte 《¿quien esta allí?》dile que eres solo tú, una niña de 11 años llena de vida y juventud; luego todo será muy rápido y casi no te acordarás de nada".

Crujió por segunda vez la puerta del, baño mas esta vez le siguió la voz de la loca de la reja, "¡Alejame de todo mal, no dejes que siga viendo estos gatos por las noches! ¡Alejame de todo mal, no dejes que siga viendo estos gatos por las noches!". Grité que nada ocurría allí afuera, mas hoy en día creo que no me escucho ya que volvió a repetir sus letanías. Accidentalmente Lucy tiró de la sábana y uno de sus amigos cayó al suelo, golpeándose fuertemente. Fue en ese momento el que aquello que mi amiga gata había predicho, ocurrió, "¿Quién anda allí? ", es mi entrada, pensé. "Sólo soy yo, una niña de 11 años llena de vida y juventud", dije, cuál robot que repite una oración.

Margarita abrió la puerta del baño, se notaba que planeaba antes defenderse puesto que tenia un paraguas en la mano, mas la posición en el que lo cargaba me demostraba que confiaba en mi. Me alegré, le invitaría a jugar luego. Pero Lucy no me dio tiempo de saludarla, uno de sus amigos encendió las luces y pude ver como entre muchos de ellos arrebataban el paraguas de la mano de la loca de la reja y la amordazaban con unas cuerdas gelatinosas negras que vomitaban. Lucy se encimó entre ellos y se posicionó en el estómago de margarita, le abrió la camisa con las garras y le hizo una cruz en medio de los dos senos y sonrió igual que lo había hecho cuando entré en la habitación unos minutos antes. Lucy hizo un corte profundo a los lados de su sonrisa y vomito una cuerda mas fina que las otras la insertó en una de sus uñas y empezó a coserle la boca a ella, cuando terminó se acercó de nuevo a la cruz y de la misma forma en la que atravesó la puerta, cuando su cabeza se aproximaba más y más a la cruz,no tuvo pausa ni ruidos, entró en el pecho de Margarita y ella no pudo gritar, las cuerdas negras se lo impedían pero pude ver como entre las costuras de sus labios brotaban gotas de sangre a medida que se le cerraban los ojos y se le tornaba púrpura el tronco de su cuerpo.

La sacaron inerte por la ventana y corrí a los jardines para seguirles. Le quitaron los hilos de la boca y le sacaron los dientes, una vez terminada la excavación bucal, la clavaron por los cabellos en la reja del asilo y me levantaron entre todos en una nube de cuerdas de vuelta a la habitación. Lucy hizo dos huecos pequeños en mi cuello y me dijo que después de eso nada me dolería.

Ahora, estoy viendo lo único que puedo ver, el interior de mis párpados, claro, la falta de sangre constante me inutilizó la vista; paso los días confundiéndome cada segundo de una forma más fácil con la vieja del asilo que fastidiaba a los niños cuando venían del colegio.